Una justicia subordinada y ultrajada

Una justicia subordinada y ultrajada

El contexto –polarizado y con coyunturas que se amalgaman perfectamente como relatos de una novela de realidades bizarras– es transferido al heredero del “proceso de cambio”, el gerente de turno del Estado, quien tiene que lidiar con varias circunstancias.

“La explotación económica capitalista y la subordinación patriarcal confluyen en la privación de recursos y derechos para las mujeres”, Slavoj Zizek.

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“La explotación económica capitalista y la subordinación patriarcal confluyen en la privación de recursos y derechos para las mujeres”, Slavoj Zizek.

El contexto –polarizado y con coyunturas que se amalgaman perfectamente como relatos de una novela de realidades bizarras– es transferido al heredero del “proceso de cambio”, el gerente de turno del Estado, quien tiene que lidiar con varias circunstancias. Una de ellas es el Órgano Judicial, que necesita una reforma estructural y nuevos actores idóneos que permitan una sinfonía adecuada para no trasmitir el miedo de ser extorsionados en los juzgados.

El monopolio de la justicia está en manos del Órgano Legislativo, donde los futuros magistrados son preseleccionados para que luego sean elegidos democráticamente por la ciudadanía (Constitución Política del Estado (CPE), artículo 182). Pero, antes, pasan por el filtro y recomendaciones políticas de los dueños del poder.

La tarea de cambiar el Órgano Judicial debe ser inmediata, pues se necesita limpiar a esta instancia de manera metódica, desde los porteros hasta los magistrados. Esa es la señal que se espera para creer en un verdadero cambio de línea política. De esta forma se librará a las víctimas de los lobos que acechan detrás de las puertas y que solo desean satisfacer su avaricia. El martillo machaca a los que buscan justicia y esta se encuentra regida por la prebenda, la mercantilización y la corrupción en los corredores de las fiscalías y de las cortes.

En Bolivia, de cada 81 juicios por feminicidio solo cinco llegan a condena. Este es el contexto de la justicia de mi país, donde se puede matar, violar y maltratar física y psicológicamente sin que sea un delito. La manipulación y la falta de acceso de las víctimas a la información pública es el pan de cada día en los tribunales, lo sorprendente es que el artículo 21.6 de la CPE garantiza el derecho a recibir información.

En el 2019, la retardación de justicia –se debería decir, “la falta de billetazo”– alcanzó la tasa de 64,33% de presos sin condena y de 269% de hacinamiento en las cárceles del país. De estos reclusos, el 73,5% se encuentra en recintos carcelarios de las ciudades del eje central. Llama la atención que la mayoría de los casos de dilación tienen que ver con la falta de recursos económicos de los imputados.

Cada vez es más cierto que, si eres la víctima, apelar a la justicia es como caminar por el infierno. En esta tierra los victimarios gozan de inmunidad, porque la verdad es que se sigue dando vía libre a monstruos impunes. Lo irónico es que, el 25 de noviembre, se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en un país con altos índices de feminicidios. Aquí, de cada 100.000 mujeres dos son asesinadas, cifra que supera con amplitud a países con mucha violencia y criminalidad, como Brasil, donde el margen es de 1,1.

Uno de estos casos es el de una joven madre atropellada por su amante, quien goza de “estatus social”. A este se le condenó a 30 años de prisión, lo que significa algo de justicia para quienes lloran la muerte de esta joven madre, pero despues esté feminicida gozaba de prisión domiciliaria, que, gracias a la presión social, fue revocada. Pero esta sentencia es una vergüenza, porque fue emitida por un vocal de la Corte de Justicia un día después de que “el proceso de cambio” festejó el día de la eliminación de la violencia a la mujer. Me imagino las palabras pronunciadas por este vocal mientras golpeaba su mazo, que recomendaban perdón para su compardor o en este caso el acusado, quien podrá utilizar su visa de entrada a Estados Unidos, que no fue declarada y que se encuentra en el pasaporte que oculta en sus calzones de macho feminicida.

Otro día oscuro para la justicia boliviana fue el 31 de enero del 2020, cuando, en el caso llamado “la manada”, se liberó a cinco violadores de una joven de 18 años. Estos irracionales ahora disfrutan de libertad, mientras la víctima es marcada por la sociedad y torturada por la impunidad, pues existen operadores de justicia que retuercen las leyes para favorecer a los victimarios. Asimismo, se debe contar que, entre enero y agosto de este año, la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) registró 18.464 casos de delitos hacia la mujer.

Pero la justicia es como un camaleón, cuando el poder cambia en el Estado, automáticamente ella se pone los colores del rector de turno y, de estar en el banquillo del acusado, se convierte en acusadora. Así, la mano que opera al Órgano Judicial cobra su diezmo, mientras que la podredumbre continúa ventilada por los billetes que alejan el olor de la carroña de la corrupción, aunque este trasmina de los ternos de seres que viven entre las sombras, sin ética ni moral. Estos entes tienen terminaciones de mazos que golpean a favor del más poderoso, en contra de quien no tiene suficientes conejos para comprar al feroz coyote.  (Publicado en Rimay Pampa)

Martín Moreira, comunicador social y experto en análisis económico.

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