Río de Janeiro amaneció este martes bajo un clima de tensión extrema, tras una de las operaciones policiales más grandes de la última década contra el
Río de Janeiro amaneció este martes bajo un clima de tensión extrema, tras una de las operaciones policiales más grandes de la última década contra el Comando Vermelho (CV), la organización criminal más poderosa de la ciudad. El saldo preliminar es estremecedor: más de 60 muertos, 80 detenidos y una capital prácticamente paralizada por el miedo, con clases suspendidas, vuelos demorados y transporte público limitado en medio de tiroteos, explosiones y barricadas incendiadas.
Una ciudad sitiada
Desde la madrugada, los complejos de favelas de Penha y Alemão se convirtieron en un escenario de guerra urbana. Testimonios de vecinos narran escenas de terror: ráfagas de disparos, columnas de humo, vehículos incendiados y drones sobrevolando con cargas explosivas. “Nadie se atreve a salir de casa, las balas pasan zumbando”, relató una residente a medios locales.
El operativo, denominado “Contención”, movilizó a más de 2.500 agentes de la Policía Civil y Militar, con apoyo de helicópteros, vehículos blindados y drones. El objetivo principal era capturar a Edgar Alves de Andrade, alias “Doca”, considerado uno de los máximos líderes del Comando Vermelho y responsable de coordinar las operaciones de narcotráfico en diversas regiones de la ciudad. Sin embargo, los enfrentamientos se intensificaron y se extendieron a otros puntos de la capital, afectando la movilidad urbana y paralizando las actividades cotidianas.
Escuelas cerradas y transporte colapsado
Ante la magnitud de los tiroteos, el gobierno del estado ordenó el cierre inmediato de las escuelas públicas y privadas de las zonas afectadas, así como la suspensión de los servicios de salud y educación en varios distritos. El metro y los autobuses redujeron operaciones, y los aeropuertos registraron largas demoras y cancelaciones.
“Río está prácticamente bajo sitio”, dijo el periodista de Bom Dia Rio durante una transmisión en vivo que mostraba enfrentamientos entre policías y presuntos miembros del CV.
La escena en las calles recordaba a un conflicto armado: barricadas ardiendo, disparos cruzados y vecinos refugiados en sus viviendas mientras las fuerzas de seguridad avanzaban entre callejones estrechos y zonas boscosas donde se escondían los fugitivos.
La guerra llega desde el aire
El operativo también marcó un inquietante punto de inflexión en la escalada tecnológica del crimen organizado en Brasil. Por primera vez en una acción de gran escala, los narcotraficantes utilizaron drones para lanzar granadas sobre las unidades del BOPE (Batallón de Operaciones Especiales) y del CORE (Coordinación de Recursos Especiales).
Según el secretario de Seguridad Pública, Víctor dos Santos, los ataques aéreos fueron coordinados con precisión y reflejan una “capacidad bélica inédita” en el accionar de las facciones criminales. “Estamos ante un nuevo tipo de confrontación, con tácticas que imitan operaciones militares”, afirmó.
Para contrarrestar esta amenaza, las fuerzas de seguridad desplegaron su propio arsenal tecnológico: drones de reconocimiento, 32 vehículos blindados, 12 equipos de demolición de la Unidad de Apoyo a Operaciones Especiales, además de ambulancias del Grupo de Rescate y Salvamento.
El blanco del operativo
De acuerdo con el Ministerio Público de Río de Janeiro (MPRJ), el operativo es resultado de más de un año de investigaciones y busca desarticular una red que controla el tráfico de drogas, armas y extorsión en varias zonas metropolitanas.
El Grupo de Acción Especial de Combate al Crimen Organizado (GAECO) emitió 51 órdenes de captura contra líderes del Comando Vermelho y presentó acusaciones formales contra 67 personas por conspiración para el narcotráfico y tres por tortura.
Entre los principales objetivos figuran, además de “Doca”, otros jefes de alto rango como Pedro Paulo Guedes (“Pedro Bala”), Carlos Costa Neves (“Gadernal”) y Washington Cesar Braga da Silva (“Grandão”), señalados como responsables de coordinar operaciones desde comunidades estratégicas como Gardênia Azul, César Maia y Juramento, zonas donde las disputas entre el CV y las milicias locales se intensificaron en los últimos meses.
Río, entre el miedo y la incertidumbre
Las imágenes difundidas en redes sociales muestran a residentes de las favelas atrapados en medio del fuego cruzado. Algunos grabaron desde las ventanas los enfrentamientos y las explosiones provocadas por los drones. Otros denunciaron abusos policiales y allanamientos arbitrarios.
“La sensación es de impotencia. Nadie confía ni en los criminales ni en la policía”, expresó una vecina de Penha a la cadena Globo.
Mientras tanto, las autoridades intentan proyectar control. “No cederemos ni un centímetro al narcotráfico”, declaró el gobernador de Río, Cláudio Castro, al confirmar que los operativos continuarán “hasta desmantelar completamente la estructura del Comando Vermelho”.
Sin embargo, el costo humano y social de esta nueva ofensiva vuelve a poner sobre la mesa el eterno dilema de Río: la fragilidad del Estado frente al poder armado de las facciones y la ausencia de una política de seguridad integral que combine represión con inclusión social.
A medida que cae la noche, Río sigue en vilo. La ciudad maravillosa, atrapada entre la belleza de sus paisajes y la crudeza de su violencia, enfrenta una de las jornadas más oscuras de su historia reciente.


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