«Los títeres» de Ícaro (Carta de respuesta a Bobarín)

«Los títeres» de Ícaro (Carta de respuesta a Bobarín)

Todo hace suponer que el artículo de Freddy Bobarín, pretendía congraciarse con el vicepresidente David Choquehunca, pero lo hizo con tan mala puntería que llamó “títeres” a los ministros de Evo Morales, sin caer en cuenta que Luis Arce y el propio vicepresidente cumplieron ese dignísimo rol de construir utopía, en un país donde comer tres veces al día, o dormir en un catre con una almohada y un par de frazadas, era considerado “un lujo de jeques”.

Dijo que Evo tenía el complejo de Ícaro quien llevado por su ego pretendió alcanzar el sol. Queremos decirle al señor Freddy Bobarín que en ese “defe

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Dijo que Evo tenía el complejo de Ícaro quien llevado por su ego pretendió alcanzar el sol.
Queremos decirle al señor Freddy Bobarín que en ese “defecto” no solo cayó Evo, sino todos quienes creímos, quienes creemos que nuestro pueblo tiene derecho a alcanzar el sol, el pan, el agua y el sueño de una sociedad que se mire a si misma sin complejos y deje de escupirse toda vez que se mira al espejo. Que quiera soñar a dejar de ser la cenicienta del continente.
Como usted sabrá, en Bolivia la principal contradicción no es la contradicción económica sino la étnica. La república fue diseñada para excluir al indígena. El articulo 14 de la primera constitución de Bolivia decía que “para ser ciudadano era necesario saber leer y escribir”. Así pasaron 180 años. Entonces llegaron Evo y “sus títeres”, e hicieron posible que usted esté donde está.
Nada fue un obsequio, todo fue producto de movilizaciones, sangre y luchas.
La noche del 13 de noviembre de 1781, el Gobernador Sebastián Segurola y el coronel Reseguín, cubiertos con capotes militares, asistieron a una misa de salud en honor a su Majestad Carlos III. Ninguno de los dos creyó lo que había dicho el indígena Julián Apaza a mediodía, antes de que le corten la lengua y lo descuarticen: “Sólo a mí me matan, volveré”. Desde allí vienen nuestro dolor y nuestros sueños.
El hombre que usted tanto desprecia, estuvo decenas de veces en la cárcel, fue torturado, macheteado por policías, acribillado desde helicópteros de guerra.
Entonces llegó el domingo 18 de diciembre de 2005.
Acontece algo extraordinario para un país educado en aquella práctica colonial del autodesprecio y para un continente que ha exterminado a los antiguos habitantes de la tierra: gana las elecciones generales un indígena.
Por fin, después de más de dos siglos, sucede lo que aquel hombre despedazado, había predicho, estaba de nuevo entre nosotros, la magia del Pachakuty.
La explicación a este extraordinario acontecimiento, estaba encerrada en la memoria larga de los pueblos, en la pila de cadáveres de las sucesivas carnicerías de los gobiernos republicanos, en los cuerpos amontonados en las calles y en las morgues, entre los cientos de heridos de la “guerra del gas” que acabó con 20 años de desesperanzas y derrotas del movimiento popular. Era el Pachakuty esperado, pero tenía un precio y era alto.
Nadie nos obsequió nada señor Bobarín.
El domingo 18 de diciembre del 2005, marca un punto de ruptura entre el país deshabitado que se niega a sí mismo y el país que quiere saber quién había sido y quién podría llegar a ser. Por eso lo contrario al 18 de diciembre de 2005, es la colonización.
Esa noche los grandes medios de comunicación se negaron a emitir los datos oficiales. Evo Morales había logrado el 54% de los votos. Las oligarquías todavía confiaban en que esos medios y los rumores de corridas bancarias despedazarían, rápidamente al nuevo gobierno. Le harían la vida imposible en el Senado, en el Congreso, bloquearían la economía y las carreteras, golpearán y matarán. Y aunque las bajas sean siempre indígenas y campesinos, las grandes cadenas de noticias dirán que fueron enfrentamientos.
El 22 de enero de 2006, día de la posesión, Evo emocionado declara: “no venimos a cobrar venganza de 500 años, venimos a construir la alegría de 500 años, para todos: indígenas, mestizos, trabajadores, citadinos y campesinos”.
Solo cuatro meses después, el 1 de mayo de 2006, contra la opinión de varios de sus ministros, Evo Morales decide nacionalizar los hidrocarburos. Las petroleras se llevaban el 82% dejando para el país el 18%. Pero Evo decidió invertir aquella injusta distribución.
Entonces ya no hubieron dudas. Estados Unidos y sus encomenderos criollos, vislumbraron con precisión la peligrosidad de este indígena. Y actuaron en consecuencia, o usted cree que a los norteamericanos les gusta jugar a las escondidas.
Evo nunca conoció lo que es dormir 8 horas. Todos sabían a qué hora llegaba a Palacio, nadie sabía a qué hora se iba.
Cada día domingo, lunes o feriado, el primer presidente indígena de Bolivia, saltaba de la cama a las cuatro de la mañana, sabe que debió haber muerto atravesado por una bala. No tiene sueño, no tiene tiempo que perder, sale corriendo a Palacio de Gobierno o a alguna comunidad donde jamás ningún presidente ha pisado. No quiere por nada del mundo que el pasado regrese.
Usted dirá, “pero hubieron errores”. “Nosotros le responderemos, las revoluciones no están hechas por santos sino por hombres, que a veces aciertan y a veces se equivocan”, la frase pertenece a Fidel Castro.
Pero Evo “y sus títeres”, contribuyeron a sacar a 3 millones de personas del infierno del hambre y la exclusión.
Señor Freddy Bobarín, los medios de comunicación han recibido con beneplácito sus declaraciones.
Si ellos están felices usted debería estar triste.

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