La industrialización como motor de cambio en el horizonte de 2025   

La industrialización como motor de cambio en el horizonte de 2025  

Por Martin Moreira Forma parte de la Red de Economía Política Boliviana El 2025 se presenta como un punto de inflexión para Bolivia, donde los d

El FOGADIN beneficia a productores que no cuentan con garantías suficientes
Banco Ganadero traslada su oficina de El Alto y brinda más comodidad
Sostenimineto del IPC en febrero de 2024 
Compartir

Por Martin Moreira

Forma parte de la Red de Economía Política Boliviana

El 2025 se presenta como un punto de inflexión para Bolivia, donde los desafíos heredados del 2024 se entrelazan con las oportunidades de un modelo económico enfocado en la industrialización y la diversificación productiva. Este año será crucial para medir si las inversiones en sectores estratégicos, como el energético y el agroindustrial, logran compensar las fisuras de un sistema históricamente dependiente de los recursos naturales. Con proyectos como la siderúrgica del Mutún y las plantas de biodiésel en marcha, el país avanza hacia una economía más sostenible y competitiva, pero el éxito dependerá de una ejecución transparente, una política fiscal responsable y una visión inclusiva que priorice el bienestar ciudadano. En este marco, la promesa de un crecimiento del 3,51% del PIB y una inflación controlada no solo se perfila como un objetivo técnico, sino como una esperanza colectiva para una Bolivia más resiliente y preparada para enfrentar los desafíos globales.

Factores internos y externos que impactaron en 2024

La gestión 2024 dejó en evidencia una serie de problemas estructurales que Bolivia necesita afrontar con urgencia. La caída del 12,1% del PIB en el sector de hidrocarburos durante el segundo trimestre no solo es un dato frío, sino un claro síntoma de la fragilidad de un modelo económico dependiente de recursos naturales que, en tiempos de crisis, muestra sus grietas más profundas.

La inflación acumulada del 8,82% en noviembre, la más alta en 16 años, no puede ser tratada como una cifra aislada. Este fenómeno tiene responsables y factores determinantes que deben ser analizados sin tapujos. Los bloqueos prolongados, por ejemplo, no solo frenaron la actividad económica; también pusieron de manifiesto cómo los intereses políticos a corto plazo pueden destruir el tejido productivo de un país. Que estos bloqueos hayan generado pérdidas superiores a $us3.000 millones es inaceptable, pero más grave aún es que el 1,45% de la inflación en octubre se atribuya directamente a estas medidas. Esto no es solo una estadística; es un costo social que recae sobre los ciudadanos más vulnerables.

La crisis climática también ha jugado su rol en esta tormenta perfecta. Que Bolivia haya enfrentado cuatro años consecutivos de fenómenos como El Niño y La Niña, junto con una sequía histórica en 2024, solo subraya la necesidad de una política agrícola más resiliente. La campaña agrícola de este año fue una de las peores en décadas, pero no debería ser solo motivo de lamentación, sino de acción. No podemos seguir dependiendo de la esperanza de una mejora climática en 2025.

En el plano internacional, las dificultades no fueron menores. El aumento de las tarifas de transporte marítimo, que llegaron a un alza del 136%, y el encarecimiento de las tasas de interés internacionales, que se dispararon del 0,5% al 5%, representan retos que exigen diplomacia económica y negociaciones más agresivas por parte del gobierno. No podemos ignorar que el mundo post-pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania siguen afectando nuestra economía. Sin embargo, depender exclusivamente de factores externos para justificar nuestras crisis internas es una narrativa que debe cambiar.

Por otro lado, las señales de esperanza deben ser aprovechadas con pragmatismo. El ajuste a la baja en las tasas de interés globales podría aliviar el servicio de la deuda externa, pero esto no será suficiente si no se busca reactivar la economía interna con créditos estratégicos que hoy están bloqueados por la Asamblea Legislativa Plurinacional. Como bien señaló el ministro Montenegro, “¿Qué economía puede soportar semejantes golpes consecutivos?” Es una pregunta que debería resonar no solo en las paredes del Legislativo, sino en la conciencia colectiva del país.

En el comercio exterior, el comportamiento mixto de los superávits y déficits refleja la volatilidad de un sector que necesita más previsión y menos improvisación. Si bien los superávits registrados entre abril y septiembre son alentadores, no deben distraernos del saldo negativo de julio ni de las transferencias netas de deuda externa, que alcanzaron un preocupante $us-854 millones en octubre.

En conclusión, 2024 ha sido un año de lecciones difíciles para Bolivia. La gestión económica, asediada por la crisis política, generó un malestar económico que se tradujo en inflación. Con la decisión valiente y cambio estructural, el país sigue ofreciendo respuestas desde su Modelo Económico, especialmente a los sectores más desprotegidos. Ahora, más que nunca, es el momento de apostar por una economía más diversificada, resiliente y centrada en el bienestar de sus ciudadanos.

Perspectivas para 2025: crecimiento económico y sostenibilidad

En el horizonte de 2025, el gobierno boliviano ha delineado un ambicioso plan para reactivar y fortalecer la economía del país, basado en proyecciones que contemplan un crecimiento del PIB del 3,51% y una inflación del 7,5%. Aunque estas cifras son alentadoras, el contexto económico presenta un panorama desafiante, con un déficit fiscal proyectado del 9,2% del PIB. Para enfrentar esta realidad, el gobierno planea una inversión pública de $us4.024 millones, enfocada principalmente en la industrialización, la sustitución de importaciones y la exploración de nuevos recursos naturales.

Uno de los pilares centrales de esta estrategia es la industrialización del país. Proyectos como la Planta de Diésel Renovable (HVO), la industria de química básica, la farmacéutica y la planta de envases de vidrio, entre otros, buscan no solo diversificar la economía, sino también generar empleos y reducir la dependencia de las importaciones. La entrada en funcionamiento de la Planta Siderúrgica de El Mutún, con una capacidad de producción de 200.000 toneladas métricas de acero al año, es uno de los proyectos más destacados, con el potencial de sustituir importaciones por $us200 millones anuales.

El desarrollo del sector hidrocarburífero también ocupa un lugar prioritario. La exploración de nuevos campos, como Mayaya X1, refleja un intento por revertir la inercia de años anteriores. Además, la inauguración de plantas de biodiésel FAME 1 y FAME 2 promete un ahorro significativo en la importación de diésel, con beneficios adicionales como la reducción de la subvención a los combustibles y el mejor aprovechamiento de los recursos locales.

En el ámbito agroindustrial, la diversificación es clave. Desde plantas procesadoras de frutos amazónicos hasta instalaciones dedicadas a la transformación de cereales y carnes, el gobierno pretende fortalecer el sector primario y agregar valor a la producción nacional. Este esfuerzo no solo busca cubrir la demanda interna, sino también posicionar a Bolivia como un exportador competitivo en el mercado regional y global.

La apuesta por minerales tecnológicos, como el niobio, representa otro frente innovador. Este mineral, esencial para aplicaciones de alta tecnología, podría abrir nuevas oportunidades en el mercado global, diversificando las fuentes de ingreso del país y potenciando el desarrollo del sector minero.

Por otra parte, la incorporación de Bolivia al Mercosur emerge como una oportunidad clave para dinamizar la economía. Este bloque regional, con un PIB combinado de $us3,4 billones, podría facilitar el acceso a nuevos mercados y promover proyectos conjuntos en sectores estratégicos como la energía y el transporte. Además, se vislumbran beneficios directos para los ciudadanos, como la libre circulación y mejores condiciones en ámbitos como educación y salud.

No obstante, estos planes ambiciosos también plantean preguntas cruciales. ¿Será suficiente esta inversión para reducir el déficit fiscal y generar un crecimiento sostenible? La clave radicará en la capacidad del gobierno para ejecutar los proyectos con eficiencia y transparencia, asegurando que los recursos asignados realmente generen el impacto esperado.

El optimismo que rodea a estas perspectivas para 2025 debe equilibrarse con un análisis crítico y un compromiso colectivo. La participación del sector privado, la sociedad civil y los actores internacionales será fundamental para transformar estas proyecciones en una realidad que beneficie a todos los bolivianos. En definitiva, el futuro económico del país dependerá de la coherencia y determinación con que se implementen estas iniciativas, y de la capacidad de adaptarse a los desafíos globales y locales que puedan surgir en el camino.

La industrialización como solución estructural

La industrialización es el camino correcto para resolver los problemas económicos de Bolivia, a pesar de no ser el más fácil ni rápido. Este modelo económico busca generar empleo, actividad económica y reducir la dependencia de las importaciones. Además, se espera que la incorporación al Mercosur dinamice la economía, brindando acceso a mercados clave y facilitando proyectos conjuntos en sectores como la energía y el transporte.

Uno de los ejemplos más recientes de este avance es la inauguración de la Planta de Transformación de Subproductos de Soya en San Julián, Santa Cruz. Además, Bolivia ya cuenta con su primera planta de producción de biodiésel en Santa Cruz, y se prevé que una segunda planta en El Alto entre en funcionamiento en 2025. Estas iniciativas no solo reducirán la importación de carburantes, sino que también contribuirán a aliviar el déficit fiscal.

Otro proyecto destacado es el Complejo Siderúrgico del Mutún, ubicado en Puerto Suárez, que producirá barras de acero y permitirá un ahorro significativo de divisas al sustituir importaciones. A esto se suma la inauguración de plantas industriales en sectores clave, como bioinsumos, procesadoras de cereales y productos cárnicos, así como la explotación de minerales tecnológicos como el niobio.

COMMENTS

WORDPRESS: 0
DISQUS: 0