La degradación de la verdad y el machacar de la conciencia colectiva

La degradación de la verdad y el machacar de la conciencia colectiva

Estamos atravesando una fase en nuestra sociedad en la que ciertos grupos e intereses de logias buscan ejercer control sobre la conciencia colectiva,

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Estamos atravesando una fase en nuestra sociedad en la que ciertos grupos e intereses de logias buscan ejercer control sobre la conciencia colectiva, utilizando diversos medios para alcanzar sus objetivos. Las opiniones vertidas en redes sociales y medios de comunicación están siendo manipuladas y distorsionadas, desvirtuando la verdad hasta el punto de convertirla en mentira. En este contexto, vemos cómo un narcotraficante puede ser presentado como un héroe al estilo de Batman y cómo el difamador y el manipulador parecen siempre tener la razón. Les animo a que observen más allá de esta cortina que nos colocan frente a los ojos, la cual oscurece nuestra realidad y debilita nuestra conciencia.

Comencemos este análisis observando cómo algunas redes sociales y los medios de comunicación que responden a intereses político – económicos,  han retratado la masacre en Palestina. En primer lugar, cabe destacar la invisibilización del pueblo palestino, luego armaron titulares que rezaban de la siguiente forma “El pueblo de Israel (pueblo de Dios) contra Hamas”, para lavarse la culpa del genocidio cometido por Israel y su ofensiva militar en Gaza, tras los hechos del 7 de octubre que cobraron 1200 víctimas en manos de los milicianos de Hamás, pero nadie habló de las distintas masacres llevadas a cabo por su Primer Ministro y el Mossad desde los 1948. En esta última ofensiva el “pueblo de Dios”, ha provocado más de 18000 muertos en la Franja Gaza, hay unos 1,8 millones de desplazados internos, pero la mentira que fue creciendo dando la razón  y el derecho a Israel de matar a los Palestinos, con la excusa de que estaban defendiendo su territorio, esto ya es una locura, si la historia de ese territorio es que Palestina cedió un pedazo de tierra a las víctimas del Holocausto como iniciativa de los ingleses que fueron su protectorado luego de la derrota de Turquía en la I Guerra Mundial y que llevó a Naciones Unidas la necesidad de establecer dos estados en ese territorio, y luego con el apoyo de la OTAN encabezado por Estados Unidos, los invadieron, los masacraron y despojaron de su territorio, esta es la construcción y el resultado del manejo de la realidad a través de los medios que ahora carga miles de muertos y los asesinos son impunes antes los ojos del mundo.

Otro anecdótico manejo comunicacional, es el personaje mediático es Javier Milei, quien hizo su debut en televisión en 2021 y actualmente es el presidente electo de Argentina. Economista de profesión, promete la dolarización de la economía, niega la existencia de la dictadura y el cambio climático, y ha expresado su apoyo a la libre portación de armas y la venta de órganos. Resulta notable cómo los medios lo presentaron como un redentor capaz de resolver la crisis en Argentina. La población, agobiada por el manejo deficiente de la economía e influenciada por la persistente exposición mediática, llevó a Milei a la presidencia. Ahora, los argentinos tienen en la presidencia una serie de promesas, las que intentará llevar a cabo una reingeniería en este país latinoamericano y la pregunta es ¿Cuál será el costo a pagar para la sociedad por los remedios de este redentor?

El caso del  narcotraficante uruguayo Sebastián Marset, representa un caso intrigante en cómo se ha construido la imagen de un individuo misterioso, camuflando en sus actividades ilegales en la imagen de un exitoso empresario socio de muchos que ahora tienen cuentas que declarar ante la justicia, este individuo se escapó de la policía y luego gano la popularidad de los medios  de comunicación que lo vendieron como un paladín justiciero que se hacia la mofa y amenazaba libremente y con el permisos de las cámaras que le daban cobertura al Ministro de Gobierno y a la policía, mientras le entrevistaba una periodista que mostraba su profesionalismo volviendo a un delincuente en un héroe sin mascara, que tiene marcada en su piel y su conciencia la muerte de miles de personas que consumen el veneno que este criminal comercializa y lo lamentable de esta construcción es que hay jóvenes que tratan de imitar a este canalla.

El tema del territorio en Bolivia tiene una larga historia, tal como describe Ximena Soruco en su libro «Los Barones del Oriente». En él se explica cómo ciertos terratenientes se apropiaron de tierras desplazando o esclavizando a comunidades indígenas, utilizando la fuerza e incluso armas. Estos incidentes fueron recurrentes. Un caso notable es el del ex ministro de economía en un gobierno marcado por la corrupción y el autoritarismo, Branko Marinkovic. Él fue acusado inicialmente de esclavitud en sus tierras y de querer adueñarse de terrenos, incluyendo la Laguna Corazón. Sin embargo, durante el gobierno de Añez, se le otorgaron papeles de propiedad sobre la Laguna Corazón, una tierra que nunca fue legítimamente suya, ni de su familia. Los medios lo retrataron como un defensor de la verdad, pero en realidad era simplemente un traficante de tierras. Los medios lo blanquearon y lo elogiaron como un luchador por la «libertad», una palabra que se tergiversa según la conveniencia de la coyuntura.

Ahora, estos mismos medios están criticando a un grupo de ocupantes ilegales que también están traficando con tierras. Sin embargo, como no han pasado por el filtro de la blanquitud de algunos medios o las redes sociales, son etiquetados como delincuentes, al igual que Branko Marinkovic, quien tiene un oscuro historial como traficante de tierras y como un deficiente ministro de Economía. Además, está el asunto de los 100 millones de dólares que entregó a Díaz Salek durante la pandemia; hasta la fecha, no se sabe si algún medio ha investigado el destino de ese dinero.

Otra construcción social que se convierte en verdad absoluta se basa en supuestos análisis que buscan generar miedo e incertidumbre. Todos los días, desde que uno se levanta, el fantasma de la crisis parece sobrevolar nuestras vidas: «¿Seremos peor que Venezuela? ¿Nos inflaremos como Argentina? ¿Los alimentos serán tan costosos que ya no podremos comer? ¿El poder adquisitivo no alcanzará ni para un chicle?» Estas amenazas, que se repiten como un disco rayado, llevan años repitiéndose. Parece que los algunos medios y sus analistas esperan seguir coreando la misma letanía día tras día, con la esperanza de que alguna vez acierten, y en ese momento dirán: «¡Lo sabíamos! Teníamos razón». Es irónico cómo no menciona cómo se vive en Bolivia, con una baja inflación que protege el salario de los bolivianos, un alto crecimiento per cápita y un PIB nominal que alcanzó los 44 mil millones de dólares. Curiosamente, cuando realmente había crisis, durante los gobiernos de Goni o Mesa, nadie decía nada. Por el contrario, parece que en un rincón de los deseos de algunos medios está la esperanza de regresar a esa época de crisis para tener contenido noticioso y por consecuencia la razón.

Podríamos seguir ofreciendo miles de ejemplos, pero la deconstrucción de intereses tanto políticos como económicos utilizan los medios de comunicación y las redes sociales han aprendido a utilizar términos ambiguos y eufemismos. La selección parcial de hechos o la descontextualización, el engaño simple y la mentira, la ocultación total o parcial de la verdad… son solo algunas de las estrategias utilizadas para cambiar la realidad y manipular la percepción de las personas. Esto se hace para perpetuar una mentira, transformar a un delincuente en una suerte de Robin Hood moderno, o bien, presentar de manera distinta a los traficantes de tierras: algunos dignos de respeto y otros simplemente como delincuentes, cuando en realidad pertenecen al mismo grupo.

Se intenta también inculcar en la mente de la gente la idea de que vivimos en crisis constante, con la esperanza de que algún día estas predicciones se cumplan. Así es como nuestra sociedad se encuentra: donde la verdad ha sido manipulada a conveniencia de un selecto grupo de intereses.

 

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