La progresiva caída de las reservas, explotación y exportación de hidrocarburos, principal pilar de la economía, hace que Bolivia deba volcar su mirad
La progresiva caída de las reservas, explotación y exportación de hidrocarburos, principal pilar de la economía, hace que Bolivia deba volcar su mirada una vez más a la explotación de minerales. El precio del litio, otra de las esperanzas para la economía nacional, se ha desplomado en 80% en los últimos dos años a consecuencia de la sobreoferta en el mercado internacional.
De acuerdo con datos publicados por el Ministerio de Minería, durante 2022 el sector minero boliviano exportó 6.688,9 millones de dólares, una cifra equivalente a toda la producción estimada para los 10 años de vida útil del campo hidrocarburífero Mayaya 1, cuyo descubrimiento fue anunciado por el presidente Luis Arce en julio de 2024.
El dato confirma una tendencia de los últimos años: se registra una disminución progresiva de las exportaciones de hidrocarburos y el crecimiento de las ventas internacionales de minerales y su consiguiente peso en la economía boliviana (FIGURA 1). “Entre 2021 y 2023 el peso de la minería en el Producto Interno Bruto de Bolivia representó 1,9 veces el PIB hidrocarburífero” apunta el economista Atila Larico.
El rumbo decreciente de la exportación de hidrocarburos en Bolivia tiende a agudizarse, tomando en cuenta que durante 2023 la producción de gas disminuyó a menos de la mitad con relación a 2015 y que en septiembre de este año dejó de exportarse el hidrocarburo a Argentina, luego de 18 años.
El declive en las exportaciones de hidrocarburos, junto con otros factores, ha desencadenado una crisis de divisas que ha dificultado el acceso a las importaciones de diversos productos, desde medicamentos hasta combustibles. Esta situación ha llevado a que Bolivia dependa cada vez más de las compras en el exterior, lo que ha convertido la crisis en un problema cíclico.
La quimera del litio
Las esperanzas de Bolivia de revitalizar su economía mediante la explotación y exportación de sus vastas reservas de litio, que podrían satisfacer una creciente demanda global por este mineral no metálico y generar importantes recursos, han comenzado a desvanecerse.
De acuerdo a BBC (el servicio público de radio y televisión del Reino Unido), en los últimos dos años el precio del litio se desplomó más del 80%, pasando desde los US$70.000 la tonelada a US$10.000, caída que califica como “estrepitosa”.
El desmoronamiento de esta materia prima, esencial para el desarrollo de la electro movilidad y la tecnología de comunicaciones móviles, se debe a su sobreoferta en el mercado internacional. Pero no es el único problema: los proyectos de explotación de Litio en Bolivia tienen tanto retraso que, pese a que el país tiene las mayores reservas de la región, su participación en el mercado internacional de este mineral es menos que marginal, y una incorporación al mercado tomaría entre 5 a 8 años.
Bolivia, país minero
Hay un mito, alimentado desde mediados de los años ochenta, que dice que el ciclo de la minería en Bolivia hubiera terminado, pero los cierto es que los expertos estiman que el país cuenta con reservas minerales al menos para los siguientes cien años y, posiblemente con nuevas prospecciones e inversiones adecuadas, el futuro minero del país alcance a varios siglos.
Solo para tener un antecedente histórico de lo que representa la riqueza mineral de Bolivia es necesario recordar que las minas de Potosí impulsaron, hace 500 años la primera globalización de la economía y que el Real de Ocho, acuñado en la Casa de la Moneda de la Villa Imperial, dominó por más de tres siglos el intercambio comercial en Asia, Europa, África y América.
Sin embargo, de acuerdo al análisis de la Fundación Milenio en su Estrategia de Desarrollo Minero, que será presentada en unos días, pese a su enorme potencial, la minería en Bolivia tiene una “producción estancada, escaso valor añadido, exportaciones concentradas en pocos productos dependientes de los precios internacionales, y amenazada por la informalización de la actividad minera y las explotaciones ilegales con enormes impactos ambientales”.
Minería formal, minería desregulada
De acuerdo con los datos hechos públicos por la Unidad de Análisis y Política Minera del Ministerio de Minería y Metalurgia en 2023, se infiere que, la proliferación de la minería informal ha relegado a la minería privada a producir solo el 36% del total de minerales, mientras que la minería estatal contribuye con apenas el 6%. A pesar de esto, la minería privada es responsable de atraer inversión, captar divisas para el país y exportar el 86% de los minerales.
Para completar el análisis es necesario considerar que, a diferencia de la minería desregulada, la minería formal genera pago de impuestos y regalías, genera empleo de calidad bajo las normas laborales y cumple con las regulaciones ambientales.
Promover la inversión
De acuerdo a los datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), mientras, Chile, Perú y Brasil captan el 32.3%, 22.8% y 20.5% de la inversión extranjera minera en América Latina, respectivamente, Bolivia solo alcanza el 1.4%3, pese a su enorme potencial minero.
Fundación Milenio estima en su Plan que, “si las cosas se hacen bien” en el siguiente quinquenio la gravitación de la minería en el Producto Interno Bruto de Bolivia podría llegar a duplicarse. Para alcanzar esta cifra, apunta, “se necesita es una inversión de alrededor de 5 mil millones de dólares durante ese período”.
Pero para que la inversión privada extranjera y nacional llegue, sugiere Milenio, deben crearse las condiciones de estabilidad y seguridad jurídica, así como los incentivos que hagan más atractivo el negocio minero.
“Es preciso el desarrollo de alternativas para que, en el corto plazo, este sector pueda aportar mayor dinamismo a la economía nacional con el correspondiente impacto sobre los agregados macroeconómicos”, explica Atila Larico.
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