"La nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas o surgirán barbaries. No se refiere únicamente a reforzar los sistemas de salud de todo el mundo, sino a reformular desde los cimientos la mayoría de nuestras democracias", Slavoj Zizek.
«La nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas o surgirán barbaries. No se refiere únicamente a reforzar los sistemas de salud de todo el mundo, sino a reformular desde los cimientos la mayoría de nuestras democracias», Slavoj Zizek.
Estamos frente al hecho de una ruptura económica, que supera los pronósticos que se dieron al inicio de la pandemia, desde la falta de planificación y la irracionalidad que llevó a este momento en particular, que comienza en lo social, se manipula en lo político y desenlaza con una crisis económica, se manifiesta en el deterioro de los sectores productivos, sazonada por la corrupción y la quiebra de empresas tanto públicas como privadas.
Recordemos la solución que brindaba el gobierno hace más dos meses atrás con el Decreto Supremo 4272 “Programa Nacional de Reactivación del Empleo», donde el ministro de la Presidencia señaló, que todos los bolivianos recibirán apoyo del Estado para dinamizar la economía y preservar 3 millones de fuentes de laborales, se protegerán el ahorro y se garantizará el acceso a créditos.
Y esto se lograría con una inyección de Bs 100 millones, donde el Fondo de Inversión Productiva y Social (AFPS), tendría la labor de hacer obras en todos los municipios con un uso masivo de mano de obra, de ese modo crearían 50.000 nuevos empleos. Y se buscaría financiamiento internacional para que los bancos puedan refinanciar los créditos.
El Estado a finales de junio, pretendía dar luces a este torbellino de hechos provocados por la pandemia, pero la mala planificación y falta de ejecución de políticas adecuadas para la preservación de la económica nacional, estaban de acuerdo a las diferentes cuarentenas vividas, si un norte.
Esta vorágine de resultados adversos que nos arrastra a una crisis, llevando al país a una contracción de 6,9%, que es ve reflejado dramáticamente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), con una tasa de desocupación de 11,8% en el mes de julio, poniéndolo en números del total de la población afectada por la cuarentena es de 698.000 personas, de los cuales el 53,3% son mujeres y 46,7% hombres.
Si vemos que el universo de personas con una fuente laboral en el 2019 es de 3.574.000 trabajadores, estamos hablando de que la suma de todos los meses de pandemia, da un índice de casi 20% de la población del país quedó desocupada y estos pertenecen a sectores que emplean más bolivianos en el país, como la construcción con un 23%, seguido por el comercio (15%), comidas y restaurantes (13%), industria manufacturera (9%), transporte y almacenamiento (6%). El restante (34%) se distribuye en otras actividades. Lo irónico es que estos sectores son los que se querían reactivar.
Frente a estos datos y a el anuncio del Estado de un programa de reactivación del empleo y la economía, que se lo debe escribir en minúsculas y calificarlo como una trivia que lanzo el ejecutivo, no para probar nuestros conocimientos, sino nuestra memoria de cientos de leyes que favorecerían al pueblo y solo se quedaron en una promesa y la ilusión de miles de desempleados.
Dentro de esta borrasca de acontecimientos suman más antecedentes, como la aprobación de la asamblea en abril de la ley de diferimiento de créditos hasta diciembre, la misma que beneficia a todos porque la ley no discrimina. Y la respuesta del Gobierno fue la promulgarla cuatro meses después, bajo presión de los gremios afectados.
Entonces cuando se hizo este planteamiento de reactivación de las empresas se hablaba de una inyección de capital, que según el Ministerio de Economía sería de Bs. 30.000 millones, la pregunta es ¿había esa cantidad de dinero?
Y la respuesta inminente, es que se hizo un programa de reactivación sobre nada y solo ha dejado desempleo y las 600.000 empresas que corren el riesgo de no volver a operar más, estos datos responden por sí solos y en vez de utilizar la palabra reactivar se activa su antónimo estancar y generar una crisis económica, un plan que nunca salió de las pantallas de Bolivia tv.
Ahora el Gobierno, reconoce el cierre de cientos de empresas y miles de desempleados, en una escalada de crisis laboral que se ve reflejada en las calles de las diferentes urbes, las cuales son ganadas por comerciantes que ofrecen barbijos alcohol, verduras, frutas y hasta envió de alimentos por delivery, esto es la muestra del evidente desgaste económico de las familias bolivianas.
Esperemos que con esta nueva etapa de políticas de post confinamiento para está pandemia, se puedan integrar a la economía nacional las miles de familias que se quedaron fuera de contexto, donde la crisis sanitaria les movió el tablero y luego el Estado lo pateo tan lejos, por falta de una ecuanimidad en el manejo de las políticas económicas y dejó sentados a miles esperando programas reales que no sean simples ilusiones. (Publicado en El Deber)
Martín Moreira, comunicador social y experto en análisis económico.
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