Por: Martin Moreira En la región se extiende la sombra del liberalismo, estrechamente vinculada a los movimientos de la nueva derecha, representado
Por: Martin Moreira
En la región se extiende la sombra del liberalismo, estrechamente vinculada a los movimientos de la nueva derecha, representados por figuras como Milei. Este liberalismo, que predica la libertad, es en realidad un liberalismo sin libertad, un sinsentido. Se basa en un dogmatismo del mercado bajo la premisa de que el Estado debe desaparecer, eliminando todos los beneficios derivados de la inversión pública, infraestructura, salud y educación. Bolivia no está fuera de este debate, donde la pregunta es si Evo Morales y esta nueva oposición, en caso de acceder al poder, volverán a implementar un programa social como en su anterior gobierno de bonanza, o seguirán la línea liberal de desmontar el Estado, cambiando el modelo económico y llevando al país a un callejón sin salida. ¿Su objetivo será retrotraernos a la década de los 90, quitándonos la soberanía económica, política y volviéndonos dependientes de los fondos internacionales?
Dentro de esta nueva corriente, las voces de la línea liberalista plantean reformular la inversión pública con medidas que implican desmantelar el Estado. Esto incluye el desempleo de miles de bolivianos, la reducción a cero de la inversión pública, el recorte de salarios, la eliminación de bonos y la desaparición de beneficios sociales como los fondos solidarios para la vejez. Todo esto se justifica bajo la «vieja excusa confiable» de reducir el déficit fiscal a cualquier precio.
Luego, la intención será nuevamente generar la dependencia del dólar mediante un reajuste a través de una devaluación del boliviano para que el Sistema Financiero se dolarice. Para este fin, recurrirán a préstamos millonarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), como ya lo proponen algunos senadores y diputados de la oposición, ahora reformulada en una coalición de la derecha liberal con el evismo.
El siguiente paso es argumentar, como lo hacen ahora, que el Estado no debería administrar empresas, especialmente las estratégicas. Proponen que estas empresas pasen a manos de las transnacionales, rememorando las épocas neoliberales en Bolivia. Este nuevo liberalismo, que aparenta buscar la libertad económica, en realidad destruye todos los beneficios que el pueblo ha logrado. En lugar de buscar la soberanía económica que lleve a una autosuficiencia del mercado, los liberales promueven la dependencia de a modelos económicos extranjeros y buscan revertir el proceso de industrialización y sustitución de importaciones planteado por el gobierno de Arce, poniendo en riesgo los logros alcanzados.
Los discursos de la nueva derecha en la Asamblea Plurinacional comparten un mismo lenguaje, que abarca desde el sabotaje a la gestión económica mediante el bloqueo de leyes y créditos destinados al desarrollo de las regiones del país, hasta cuestionar la continuidad de bonos, inversión pública y subvenciones por parte del Estado. Según el analista Medinaceli, las soluciones en el sector de hidrocarburos ya no dependen del ámbito técnico, sino del político.
Medinaceli señaló que iniciativas como eliminar el subsidio y reducir impuestos a las petroleras son la respuesta. En un comentario que resuena con esta postura, Morales declaró en su programa de Kawsachun Coca: “Debe haber subvención, pero no exagerada; yo diría que es un cáncer para nuestra economía… Es mucha plata, es una sangría para la economía boliviana. Entonces, hay que ver cómo eliminarla”, según reportó la ANF.
¿Coincidencia? Esta derecha liberal parece alinearse e instrumentalizar los errores políticos de Morales y su ambición por el poder. Proponen, indirectamente, romper la relación con el pueblo al trasladar la carga de la deuda pública a las clases vulnerables y favorecer a grupos ligados al poder bajo el dogma donde solo el mercado es la respuesta. Lo más grave es que Morales deja la puerta abierta a la desmembración del país y su subordinación a las limosnas internacionales.
Para lograr este fin los liberales paltean aplicar políticas de Schock en Bolivia que según esta nueva oposición son necesarias como las que esta aplicando el liberalismo en Argentina con La frase «No hay plata» resonó en el primer discurso de Milei, pintando un cuadro dramático. En Bolivia, esto inevitablemente evoca otra sentencia histórica: «Bolivia se nos muere», pronunciada por Víctor Paz Estenssoro en 1985. Con casi cuatro décadas de distancia, ambos discursos preludiaron medidas de shock económico.
El discurso liberal actual sigue una línea que busca crear la percepción de una crisis económica, con el objetivo de obtener la autorización de la población para que el gobierno fracase económicamente. Así, la nueva coalición opositora obtendría el respaldo necesario para implementar políticas de shock que afectarían a las clases más vulnerables. Siguiendo el ejemplo de Argentina, pretenden igualar todos los precios del mercado a niveles internacionales mientras recortan los salarios de los trabajadores y benefician a sectores empresariales.
El plan incluye transformar al Estado en un mero administrador, transfiriendo todos sus activos a inversionistas internacionales. Se endeudarán para justificar sus cambios, transferirán los recursos naturales estratégicos a las transnacionales y subordinarán al país a una dependencia decadente, similar a la época de la capitalización.
Es oportuno recordar una frase célebre de Carlos de Mesa, el historiador y expresidente, quien ante su incapacidad gubernamental declaró: «Tengo que extender mi mano a las instancias internacionales, pedir limosna para pagar salarios.»
El panorama político actual intenta hacer creer que no hay respuestas del modelo económico y que estamos al borde de una crisis. Sin embargo, cuando observamos los indicadores y analizamos las respuestas de un Estado que apuesta al cambio de la matriz productiva, incentivando la manufactura y la sustitución de importaciones mediante la industrialización, vemos que estas políticas pueden dar sostenibilidad en el tiempo. No se están aplicando políticas que destruyan el poder adquisitivo de los bolivianos ni se les carga con el pago de la deuda pública con la excusa de mejorar el déficit fiscal.
¿Deberíamos pagar ese costo tan alto? La respuesta es buscar soluciones sostenibles sin enfrentar a los bolivianos al hambre y al sufrimiento. La clave está en potenciar nuestros sectores productivos, tanto agrícolas como pecuarios, y fomentar la manufactura, proporcionando insumos que nosotros mismos fabriquemos en nuestras industrias, como la de química básica o insumos para el sector agropecuario.
Potenciar la minería, pero incorporando la manufactura, como las fundiciones de zinc, y rescatar los concentrados de minerales que se exportan y enriquecen a otros países. Estoy seguro de que ese es el país que queremos: no el país de la imposición, sino el país que elige producir, apoyado por su Estado, con conciencia de clase.
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