El 2022 es para Bolivia un año de reconocimientos internacionales por el manejo económico, pero estos no son suficientes y se necesita poner trampas
El 2022 es para Bolivia un año de reconocimientos internacionales por el manejo económico, pero estos no son suficientes y se necesita poner trampas como la que instaló la Gobernación de Santa Cruz con su brazo armado de rencor, el Comité Cívico.
El modelo económico boliviano es reconocido a nivel mundial por sus logros pese al contexto global adverso para las económicas, es decir, la guerra al Este de Europa, el alza de precios en insumos para la industria, la volatilidad del mercado de materias primas, la dificultad de las cadenas de suministros y las condiciones climáticas.
Algunas de esas economías, como la de Norte de América, aprovechan las disputas europeas y las capitalizan en ganancias sostenidas con la venta de gas con altos precios al Viejo Mundo, gracias a las restricciones al más grande distribuidor de esta esencial materia prima que hace funcionar la industria y los hogares de millones de europeos.
Ese continente ahora se encuentra en una crisis que desgarra su economía y vulnera su crecimiento y sostenibilidad. Pero en Norteamérica, gracias a la inmolación europea, baja la inflación, se fortalece la moneda y continúa la guerra comercial con la China comunista (este nombre solo queda en las ínfulas de la cúpula estatal del gigante asiático).
En esta maraña mundial surge Bolivia con un modelo que da frutos con índices de inflación bajos y crecimiento económico que desmiente las predicciones del Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que no daban ni el 3% de crecimiento en el PIB nacional.
El país hace frente a economías del primer mundo con el 4,13% de crecimiento, el superávit en sus exportaciones y el fortalecimiento de su mercado interno gracias a la industria manufacturera, la construcción, los servicios.
Asimismo, su proyección agropecuaria crece a pasos agigantados, lo mismo que su proyección de convertirse en país industrial mientras piensa primero en su mercado interno. En otras palabras, por pensar en su gente y luego en la exportación de excedentes.
El modelo económico también apoya al sector privado, potencializa la parte pública y apalanca el crecimiento con subvenciones estratégicas de hidrocarburos y con el arancel cero a la importación de maquinaria.
Además, existen fideicomisos con bajos intereses para empresas con productos que sustituyen las importaciones. Así las divisas se quedan en el país y hay más empleo y mejores condiciones de vida.
Estas buenas noticias se ven en peligro por ciertos grupos, con un discurso regionalista extremo, agarran el Censo como arma de desestabilización de la economía y del crecimiento.
La finalidad es instaurar gobiernos que piensan en destruir lo avanzado, acatar recetas de fondos buitres y cargar sobre los trabajadores las políticas económicas basadas en devaluación, priorización del mercado externo y eliminación de subvenciones.
El objetivo es privatizar las materias primas y regresar a un país extractivista que basa su economía en la venta de materia prima sin valor agregado.
La pregunta es, ¿por qué hay sectores que se quejan del alza mínima de precios por la coyuntura global y no por la inflación especulativa por los paros cívicos basados en el oportunismo, la falta de criterio técnico y, sobre todo, el egoísmo hacia el pueblo?
Lo que buscan es enriquecerse en meses, huir con maletas de dinero y dejar otra vez al país en cero y endeudado.
Ahora Bolivia se juega el bienestar de sus hijos y la soberanía, con políticas económicas propias y no basadas en el clientelismo de fondos buitres que desean el pasado y retorno a las filas del desempleo y la pobreza.
El país demuestra con números las mejoras para sus pobladores y comprueba que se puede hacer políticas económicas reales, dirigidas a los ciudadanos para potencializar la industria y el mercado interno sin basarse en el extractivismo ni en el saqueo de las riquezas.
Pero la pero trampa resultó ser el mismo boliviano, por no ver el cambio en la forma de hacer economía, por ignorar que con empatía el país da más sorpresas y que el modelo económico basado en su pueblo es estudiado por otros países para imitarlo.
Max Baldiviezo
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